31 diciembre 2011

Naya



En un tiempo pasado
que sólo el viento tiene en su memoria,
nació una niña en el mundo,
y como Naya se le recuerda.

Era una niña muy hermosa
de largas piernas y esbelto cuerpo,
con finos brazos
y de corazón, un cielo.

Tenía un extraño cabello,
nacían flores y ramas,
las avispas y demás insectos
sus dorados hilos trenzaban.

Era inquietante y extraño,
pero a la vez hermoso y bello,
¿ Acaso no puede la tierra
besar en el horizonte el cielo ?.

Con sus pies pequeños y desnudos
por las ignotas tierras paseaba,
y el baldío paraje tras sus pasos
convertido en flores se quedaba.



Una tarde cuando el sol se apagaba,
conoció a una rosa oscura.
Fino tallo de espinas
y dos hojas, formaban su figura.

- ¡ Niña, qué preciosa
y qué bonita eres!.
- ¡ Gracias rosa !, exclamó Naya.
- Acércate si quieres.

Se acercó a la rosa
sin saber lo que el destino deparaba.
¿ Acaso a veces no nos encaminamos
hacia lugares donde la luz no alcanza ?.







Mas de pronto,
de rojo la sangre su cuello tiñó,
espinas le atravesaban y ahogaban.
- Sonrie, guapa. No puedes, ¿ no ?.

Cerró los ojos, exhaló un suspiro
y voló el alma.
Quedó su cuerpo tendido,
bajo las estrellas, en calma.




Yerto cuerpo
en la madrugada,
se convirtió en semillas
que el viento alzaba.


Volaron por la tierra
y más allá de los mares,
las cimas de las montañas
y los profundos valles.


Nacieron así los bosques,
hogar de gnomos y hadas,
espíritus sin nombre,
en nuestra madre Gaia.

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